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lunes, 10 de diciembre de 2012

El “mesías” no llegará


"Ambos se dañan a sí mismos: el que promete demasiado y el que espera demasiado".
Gotthold Ephraim Lessing


En épocas electorales, el pueblo paraguayo se parece bastante al pueblo israelita del Antiguo Testamento. A la espera de un salvador nos pasamos comiendo falsas promesas de una redención que no llega.

De acuerdo a los relatos de la Biblia cristiana y la tradición judía, durante los siglos de espera de la llegada del Redentor, del “hijo de Dios”, aparecieron ante la sociedad hebrea cientos de falsos profetas que se autoproclamaban salvadores del pueblo israelita.

En Paraguay, en las últimas dos décadas al menos, es común la aparición de nuevos salvadores cada dos o tres años. 

Estos redentores engatusan –o por lo menos intentan- a cuantos se les pongan enfrente buscando conseguir un voto más. Son capaces de caminar por barrios y ciudades de las que nunca antes habían escuchado, besar niños, abrazar ancianos, bailar el “Gangnam Style” y lavar automóviles en compañía de esculturales modelos. 

De acuerdo a sus discursos, el votarles nos representaría la salvación de una sociedad paraguaya que sigue sufriendo hambre, analfabetismo, falta de salud y uno de los mayores márgenes de pobreza en el mundo.

Se los conoce como políticos, un calificativo que les queda demasiado grande a algunos que no pasan de buscar sumarse a la larga lista de sanguijuelas que viven de las bondades estatales y luego de algunos años se retiran a vivir tranquilos.

Durante la época electoral –como la que estamos viviendo actualmente- prometen que con su simple llegada al poder el Paraguay se convertiría en la Suiza sudamericana.

Mentiras, patrañas, palabrerías que no sirven sino más que para engañar a la gente.

Los políticos, hábiles esgrimistas de las palabras, aprovechan la desesperación de un pueblo que no ve la hora de la llegada del mesías, el “salvador” de la política paraguaya.

Sin embargo, es tiempo de que notemos que no existe una persona que traiga la salvación a todos los males que nos aquejan como sociedad. Los que ostentan el poder no son más que la punta de una pirámide que no puede funcionar sin la base, esa que está compuesta por todos y cada uno. 

No existe sistema de gobierno que pueda reemplazar a la iniciativa individual de los componentes de la sociedad. 

El Paraguay no necesita de nuevos políticos, sino de un pueblo que rompa con las cadenas del desinterés, la apatía y la falta de actitud. 

Se acercan las elecciones y tenemos que dejar en claro que –una vez más y como será siempre- el mesías político no llegará. La salvación del pueblo paraguayo está en la capacidad de movernos, si no estamos condenados.