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jueves, 3 de marzo de 2011

Maldita pasividad

Tal vez yo no sea quien para juzgar las actitudes personales ante diversos hechos, ni mucho menos las actitudes de toda una sociedad, sin embargo me animo a escribir estas líneas ya con el pesaroso sentimiento que no hará ni siquiera cosquillas dentro de la conciencia de la sociedad paraguaya.
Ya lo explicaba genialmente Helio Vera en su libro En busca del hueso perdido, el paraguayo por alguna extraña razón (un hueso menos en el cuello, según la irónica hipótesis del libro) tiene por costumbre el aceptar cualquier decisión que puede alterar su vida sin ningún tipo de cuestionamientos, sino que simplemente mueve la cabeza de arriba a abajo a modo de aceptación.
Tampoco puedo pretender mucho cuando nuestro país estuvo sumido bajo dos dictaduras (de las más duras del continente) y la hegemonía unipartidista “democrática” por más de 60 años ¿qué tienen en común ambas situaciones? Que para lograr el mantenimiento de ambas se necesita un factor principal: la ignorancia del pueblo dirigido y aquel que por un dejo de lucidez se anime a tratar de movilizar la conciencia dormida de los demás debe ser eliminado, no necesariamente físicamente.
Estos momentos históricos han contribuido a la formación de una sociedad todavía temerosa de expresar sus ideas, sus rechazos, de reclamar sus derechos, o tal vez la simple ignorancia que conlleva el desinterés.
El caso de los contratados en el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) se yergue como uno de los tantos casos de resignación del pueblo paraguayo. “Estamos en Paraguay” me decía un amigo con un dejo de tristeza y resignación.
Es cierto que para la representación de los partidos en la máxima instancia electoral se entiende la contratación de técnicos entendidos de las cuestiones inherentes a la función del organismo estatal para el control de la imparcialidad, la honestidad, etc., etc., sin embargo el TSJE ha sido invadido por sanguijuelas de los diferentes partidos, sí, sanguijuelas que por simple recomendación de algún amigote hoy cobra un sueldo del estado sin siquiera presentarse a trabajar.
Hijos, empleados, amantes, equipos de fútbol, por citar algunos de los casos, son sostenidos por el pueblo, es decir que además de pagar el sueldo de una manga de inútiles que se hacen llamar “parlamentarios” (una buena parte, también existen quienes trabajan) el pueblo paraguayo tiene que pagar el sueldo de cuantos recomendados tengan estos.
Es cierto, estamos en Paraguay ¿Pero es esta justa causa para mantenernos en silencio?
Idiosincrasia, miedo o tal vez ignorancia, son las justificaciones típicas que oigo repetirse una y otra vez cuando alguien intenta levantar la voz pero es acallado por el silencio general en el cual se ve sumido el pueblo.
¡Basta ya con tantas porquerías! Estemos en Paraguay o estemos en la luna es tiempo de que el pueblo levante su voz en reclamo de respeto. Deberíamos estar hartos de tanta basura, tanta violencia, tanta inseguridad ¿Por qué tenemos que esperar a que ciertas situaciones toquen a nuestro entorno cercano para comenzar a reaccionar?
No pretendo crear una revolución o establecer un estado de anarquía lo único que pido es el reclamo justo del respeto al pueblo de aquellos que ocupan cargos gracias al poder que el mismo ha depositado en ellos.
Ya sé que estas líneas no harán ni siquiera cosquillas en la conciencia de muchos, algunos se burlarán, otros tanto lo aceptarán pero en silencio, mientras el resto ni siquiera lo leerá…pero yo dejo sentada mi postura y mi llamamiento a un reaccionar ante tanta basura que mancha nuestra sociedad.

Juanki Lezcano F.
juank_lzkno@hotmail.com