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En medio de las
polémicas apareció (digo apareció porque hasta estos días nunca supe de la
existencia del grupo) un grupo autodenominado “Los gatos”, que en otras
palabras son la “versión paraguaya” del movimiento de los indignados que surgió
en Estados Unidos y España.
En la noche del 4 de
enero un grupo de ideas parecidas a la del grupo derribaron las obras que la
Municipalidad de Asunción estaba realizando en la Plaza Uruguaya, en la mañana
del día siguiente los miembros del grupo realizaron sentatas en el lugar para
tratar de detener la continuación de las obras.
En una entrevistarealizada por el reconocido periodista Enrique Vargas Peña en la Radio 970AM,
el líder del grupo Augusto Ferreira aseguró que ya que las leyes son fruto de
imposiciones de un grupo sobre otro las mismas pueden ser ignoradas por
protestas y crear nuevas en base a manifestaciones populares.
Entre otras tantas estrafalarias declaraciones Ferreira
aseguró que los medios buscan la criminalización de los pobres señalando que
los hechos de violencia que varios dirigentes indígenas protagonizaron y
terminaron con un policía herido de bala en el cuello no son más que
satanizaciones que los medios publican.
Ferreira en sus declaraciones no ha demostrado más que una
ideologización terrible que lo ha cegado hasta tal punto de tomarse
atribuciones de los tres poderes del estado, al ignorar leyes, crearlas mediante
asambleas populares y promulgarlas a gusto.
En un momento de la entrevista con Vargas Peña, Ferreira
aseguró sin tapujos “claro que me gustaría tener un Código Penal como yo quiero”,
afirmación digna de los autoritarismos de los más terribles.
Nadie niega el derecho de libertad de expresión y
manifestación que pueda tener cualquier persona, sin embargo es preocupante que
personas como Ferreira y su grupo de 20 personas consideren que una asamblea de
5000 personas tenga más representatividad que el electorado de cerca de
doscientas mil personas en la ciudad capital. Ideas como esta se mantienen solo
en las peores dictaduras de nuestros días como en Corea del Norte o en Cuba
donde las asambleas de los partidos oficialistas (los únicos existentes) pueden
definir el destino de millones de personas sin intento siquiera de réplica
popular.
Nadie tiene derecho a la destrucción de los bienes públicos
y mucho menos a creerse superior a las leyes vigentes.
Ferreira y su grupo pretenden implementar la vieja táctica
de la imposición por la fuerza, por la acción, sin que eso importe pasar por
encima de las leyes.
“Los Gatos” no son más que el llamado a la imposición por la
fuerza de las ideas, porque son ellos quienes tienen la razón y no el resto. El
grupo de jóvenes es una clara demostración de la esquizofrenia a la que se
puede llegar con la creencia de que la verdad absoluta está en manos de un
grupo y que un grupo de jóvenes piense así, debería comenzar a preocuparnos.