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martes, 10 de enero de 2012

El protocolo “pro-dictaduras”


En diciembre pasado, en medio del ruido mediático por la posible imposición de Venezuela como país miembro del Mercosur, de manera silenciosa y sin mucha publicidad se firmó el protocolo de Montevideo, de “defensa de lademocracia en la región”.
El nuevo protocolo firmado por los presidentes del bloque regional y los invitados Hugo Chávez (Venezuela) y Rafael Correa (Ecuador) da la potestad a los países miembros del bloque a tomar medidas ante cualquier “atentado” contra la democracia dentro del territorio de los mismos.
Las medidas incluyen el bloqueo del tránsito, la retención de mercaderías, la suspensión de la provisión de energía, entre otras medidas. El presidente Lugo, sin consultar a absolutamente nadie ratificó el protocolo con su firma, a pesar de que minutos antes había asegurado que respeta lainstitucionalidad del país.
Para que el lector pueda entender pongamos una suposición como ejemplo. En caso de que el Poder Ejecutivo del Paraguay entienda (o declare ante sus pares del Mercosur) que un juicio político al presidente Fernando Lugo constituye una amenaza para el orden democrático en Paraguay, el protocolo permitirá que: Brasil pueda suspender la provisión de energía eléctrica al Paraguay; Argentina podrá bloquear el tránsito en los ríos para barcos paraguayos; Argentina y Brasil podrán cerrar sus fronteras con Paraguay; Argentina, Brasil y Uruguay suspenderán vuelos con nuestro país además de que fuerzas militares de los tres países podrán intervenir en suelo paraguayo; y Hugo Chávez podría enviar miembros de su ejército para “mantener el orden”.
El Protocolo de Montevideo ha pasado a convertirse en el sueño que hombres como Stroessner, Videla, Bordaberry y Pinochet hubiesen deseado para la mantención de sus gobiernos, que “democráticamente” se mantuvieron en el poder por varios años en países de Sudamérica causando terror y muerte a sus opositores.
Hoy, cuando en el mundo la voz del pueblo se levanta contra aquellos que por años han desoído el clamor popular en pos de intereses particulares (el cuerno de la zona norte de África es un ejemplo) los gobiernos del Mercosur han dado un paso para una nueva opresión a sus pueblos, que de ahora en más pueden ser acusados de atentar contra la democracia por el simple hecho de mostrar su desencanto ante el gobierno de turno.
Quienes firmaron el gobierno, grandes luchadores contra las dictaduras militares que se impusieron en el continente sudamericano entre los décadas de 1960 y 1980 (no olvidemos que los presidentes de Brasil y Uruguay Dilma Rousseff  y José Mujica, respectivamente, formaron parte de la lucha armada contra las dictaduras de sus países) demuestran que el poder puede hacer cambiar rápidamente la memoria de quienes lo ostentan, dejando de manifiesto una vez más la vigencia de aquel viejo postulado de John Locke: “el poder corrompe”.
El Protocolo de Montevideo deja de manifiesto como se ha borrado de nuestras memorias una página tan oscura de la historia sudamericana como fueron las dictaduras, dando pie a todo tipo de represión e intervención internacional obedeciendo a los caprichos de los gobiernos amigos; y ese mis queridos amigos es un error que no podemos permitirnos.